María a las mujeres y hombres de hoy

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Antonio Lurgio

María, la mujer  extraordinaria que con su sí derriba el cerco  construido en torno a la mujer de la época.

María, la muchacha de Nazaret, un pueblo a las afueras de la ciudad, pero también infame. De hecho, la tradición decía que nada bueno venía de Nazaret.

María, la mujer de  fe. Los evangelios contienen pocas líneas sobre María, pero lo que emerge como hecho significativo, como su virtud sobresaliente, es la fe. Isabel dice a María: «Dichosa tú porque has creído en la palabra del Señor» (Lc 1,45). No fue fácil para María creer. Pero al mismo tiempo no se sintió abrumada por el formulario religioso-dogmático de las escuelas de la época y pudo conservar la libertad de observar  la ley de otro modo.

María, la mujer que «guardaba todas estas cosas meditándolas en su corazón» (Lc 2,19). María no alimenta las certezas teológicas tradicionales, sino que se abre al Dios de la novedad y de lo aparentemente incomprensible.

 «Fueron, pues, sin demora y encontraron a María y a José y al niño acostado en el pesebre. Y cuando lo vieron, contaron lo que les habían dicho del niño. Todos los que oyeron se asombraron de lo que decían los pastores». Lc. 2, 16-18

María, la niña abierta a un Dios imprevisible porque no está encerrada en esquemas y modelos interpretativos, abandona lo viejo, la tradición de los padres y se abre a la novedad de Dios. María está llamada a elegir, siempre, entre la voluntad de Dios transmitida por todo el mundo religioso institucionalizado en el que ha nacido, o vivir en el seguimiento de esa novedad del rostro de Dios que se cierne a través del aliento de su hijo.

María, la mujer del SÍ He aquí, pues, el gran sí de María: pasar de ser madre a ser discípula, como la describe bellamente Dante: «Virgen Madre, hija de tu hijo».


En este viaje. no hay privilegios para María, nada que pueda hacernos sentir distantes, inabordables, inimitables. No hay nada en ella que no podamos experimentar también en nosotros mismos. María es un signo concreto de lo que Dios puede realizar con cada criatura que no pone obstáculos a la fuerza de su amor.

¿Qué puede decirnos hoy esta mujer de hace dos mil años?

  • Asume el riesgo y la responsabilidad de lo imprevisible, no sufras lo predefinido, no te conformes con el pequeño y tranquilo espacio de lo cotidiano, sino amplía tu mirada hacia el futuro.
  • No aceptes el siempre ha sido así, de lo contrario Gabriel y María nunca se habrían encontrado, sino arriesgando la certeza de que el Dios de mi vida no está detrás sino delante de mí y por tanto no debe ser conservado/depositado en fórmulas caducas, sino acogido con su irresistible novedad.
  • Camina, contra viento y marea, en ese mensaje del reino que huele a vida y cercanía.

Si María hubiera calculado el riesgo de su sí, no se habría movido de Nazaret, tal vez habría preferido continuar en el camino que su pueblo había seguido siempre. En cambio, tuvo el valor de emprender un nuevo camino, de experimentar a un Dios cuya palabra había sido utilizada a menudo para otros fines.

¡Es este el camino de libertad/éxodo de María!

CJ Generalate